El encanto por el fútbol lo perdí en aquella final del
mundial de 2006 disputada en Alemania. Ese mundial había llegado con mucha
ilusión por lo que podría hacer el Grande Ronaldinho del
Barcelona, también por ver el regreso de la poderosa selección Alemana que por
ser locales debían mejorar su juego mejorando así el espectáculo. Un
ingrediente adicional lo dio Zidane,
quien anunció que el último partido que jugara en este mundial, sería el último
de su carrera.
De esas ilusiones el que dio la sorpresa y cumplió con lo que se podía esperar
de lo que anunció fue Zidane. Su anuncio no fue protocolario, la
manera como jugó cada encuentro me hizo sentir maravillado y emocionado con el talento y el
coraje que una persona puede demostrar, cada partido realmente lo jugó como si
fuera el último y llenó de poesía guerrera las canchas, admirable en realidad,
inspirador tanto para su equipo para todo el mundo.
Aquella sensación
lo acompañó hasta el partido del título, el que de
cualquier forma sería su partido final. Duros y complicados italianos, disciplinados y, de manera desafortunada, alabados
por muchos por mañosos y tramposos. Y fue esa fama la que los
llevó a ganar el título. Atrás quedó el coraje y talento de otro
italiano, Roberto Baggio en el mundial de 1994 donde todo el
talento que entregó al mundo quedó sepultado por aquel desafortunado cobro
donde asumió la responsabilidad de los errores de los que habían pateado antes, sobre todo Donadoni. La trampa y
el engaño en la forma de Materazzi apareció y nubló con insultos,
pellizcos y en definitiva, trampas, el talento y entrega de Zidane sacándolo de sus casillas y del partido.
Cómo es posible
que aparezcan personas alabando la Inteligencia
Emocional de Materazzi, que ese título
sea visto con admiración y no se haga un reclamo social por una mala conducta.
Este título es tan parecido al que vi en una película del otrora excelente narrador de
historias Pixar, Cars, cuando Chick Hicks gana su copa pistón sin importar lo
que hizo atrás.
Hubiera sido interesante ver un reclamo parecido en el público real al que hizo
el público ficticio de esa película.
Lo que muchos llamamos ética a tener congruencia entre lo que esperamos y como nos comportamos. Estoy seguro que a Materazzi y a todos lo alabadores de su Inteligencia Emocional no les causaría gracia que le hicieran lo mismo y luego decir con total tranquilidad que hace parte del juego. Seguro buscarán la revancha, sentimiento igual al que genera todas las injusticias que vemos a diario en todo lugar.
Al final, el
legado que deja Zidane es
grande, inmortal. Muchos harán más resonancia a aquella final, como lo hacen
con Baggio,
pero uno ve los videos,
por todos los medios presentes y los que vendrán en el futuro y verá que la
gloria está más allá que los títulos,
sobre todo en los que solo se cuenta con una foto hipócrita como en la que aparece Materazzi
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